viernes, 12 de febrero de 2010

Poesía



Sólo tu voz es dulce, poesía,
porque por ella he sido yo narrada.
Con tierna obstinación tus ojos pones
donde clavé, vencida, mi mirada.
Ya te mandaron a morir, mas tú
como una flor del campo te levantas.
La hoguera preparada para ti
en tus lozanos pétalos se lava.
Porque eres mustia entre las bestias todas,
garza de invierno, yo te siento hermana.

Vestimos un amor desesperado,
que nos desnuda el pecho y las espaldas.
Debajo de borrascas vas y vienes
como una cabellera de palabras
y enferma caes de capullos nuevos,
de aroma fresco y pena enamorada.

martes, 9 de febrero de 2010

De memoria




Tienen las ramas esta madrugada
el bienvenido aliento de las rosas.
Las blancas mariposas de mis manos
nadie las ve ¡y cómo te devoran!
Donde tú estás, allí, mi amor te llama.
Yo quiero que me escuches. Es ahora
el tiempo del encuentro. ¿No percibes
cómo se buscan, sin saber, las cosas?
Amigo, amante, déjame decirte
y dime tú también. Llegó la hora.
Las lágrimas con luces del rocío,
el soplo de cristal, las altas olas
nos buscan, llameando, desde ayer.
Abren caminos, árboles, auroras.
Amado, nuestros besos, tantos besos
y un beso yo los supe de memoria.
Debajo del rojizo sol de flores
te aguardo siempre dentro de mi sombra.

Golondrinas

Amado, desenrédame las trenzas.
Escucha a las reidoras golondrinas
que pueblan mis susurros confesarte
mi amor donde gotea la llovizna.
En esta tarde con olor a mar
tú tocas a mi puerta. El lobo avisa
su amor voraz. A mi casona llegas
y bebes de mi boca bien servida.
¿Escuchas? ¿Son las olas o los árboles?
¿Ves las gaviotas vueltas dando al día?
Mis dedos te recorren pues se atreven.

De golpe todo el cielo. Por las vías
de un tren nocturno que a los astros parte,
yo voy tras una estrella, si me miras.

Amado desenrédame las trenzas
y cúbreme los senos con tu vida.

La puerta

Cualquiera llama a mi pequeña puerta.
Cenar suelo con reyes y mendigos.
Ay, cómo me atareo en repartir
en dos iguales partes lo servido.
Y es entre gente que a mi casa llega
contándome unos casos divertidos,
cuando me acuerdo yo de tu anunciada
visita, bienamado, y ahorro el vino.
Mi hogar aseo día a día y pongo
sobre la mesa aroma de jacintos.
Mientras te aguardo, ¿quién también te aguarda?
Y si tú llegas, ¿cena quién contigo?
Señor, que me confundes o enterneces
con tus palabras puestas en mi oído.
¿Las cosas que me dices son las mismas
que oyen las otras y les da lo mismo?

Niño bello


En tu día de bodas, niño mío,
arrancaré las flores de tu herida.
Tu cutis sobre el mío hará caer
del cielo en esa noche lozanía.
Te limpiaré a la aurora con mi lengua
y me odiarás fielmente cada día.
Mi nombre harás rodar del río al mar.
No le amarás aunque su amor le pidas
a la mujer que dejará alargar
por ti su cabellera de llovizna,
y a la otra también, que trenzará
sus bucles con malezas y gramillas.
Deja niño que sea yo quien cause
el mal irreparable en ti. Que digas
que te he querido y que te quise más
de lo que por quererte me querías.